DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

sábado, 20 de octubre de 2012


Este mes tampoco me publicaron la nota en La Nación, así que –tarde- la publico aquí.
Espero que les interese.
F

Fascismo, estalinismo, kirchnerismo

La discusión acerca del carácter “fascista” o “estalinista” del régimen kirchnerista ha alcanzado dimensiones tan extensas como las miles de páginas de la historiografía argentina ocupadas en caracterizar al gobierno del General Perón. La mecánica suele hoy comenzar por algún tipo de acción autoritaria del Gobierno a la que sigue la denuncia de su carácter fascista o estalinista por algún periodista o miembro de la oposición, y finaliza con una catarata de declaraciones oficialistas sobre la enormidad del exabrupto, con explícita mención del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Paradójicamente, estas desmentidas no hacen más que poner en evidencia la existencia de un enorme aparato de propaganda gubernamental cuyas dimensiones y aspiración al control total de la información nos recuerdan las que un día manejaron fascistas y stalinistas.
Ahora bien: igualar las acciones criminales de nazis y estalinistas con las domésticas barrabasadas del kirchnerismo es, sin dudas, una desmesura. Pero quienes acusamos a Cristina Kirchner y su gobierno de fascistas y estalinistas no sostenemos que el kirchnerismo haya matado millones de judíos y opositores, o declarado una guerra mundial. Por el contrario, decimos que es vergonzoso que un gobierno de origen democrático reivindique valores y repita prácticas similares a las de quienes sí lo hicieron. A contramano de la horripilante muletilla del “No podés comparar a X con Y porque son muy diferentes” comparar no es igualar sino buscar nexos entre actores y actos diversos, digamos: como cuando Newton enunció la ley de gravedad observado la luna (que era grande y no caía) y una manzana (que era pequeña y caía). “Qué burro ese Newton”, diría hoy un militante K siguiendo la más extendida plaga del pensamiento nac&pop, y agregaría: “La luna y una manzana, no me podés comparar”…

Existe, además, una pregunta pertinente: ¿desde cuándo fue fascista el fascismo, nazi el nazismo, y estalinista el estalinismo? Porque si el carácter guerrero y genocida es necesario para definirlos, entonces el nazismo sólo fue nazi a partir de finales de los 30, con la Noche de los cristales rotos, el estalinismo sólo fue estalinista con las grandes purgas, y el fascismo con la entrada de Italia en guerra. De lo que se concluye que los opositores al nazismo, el fascismo y el estalinismo de entonces tendrían que haberse abstenido de denunciarlos como tales durante los 20 y los 30, cuando todavía era posible contrastar su poder, y deberían haber esperado hasta que fuera demasiado tarde. Quienes esto exigen, ¿lo dicen en serio?

Es cierto: no hay presunción ninguna de que el gobierno argentino pretenda reeditar un genocidio o meter al país en una guerra. Sin embargo, existe sí una larga evidencia de que prepara el paso previo que los regímenes totalitarios aplicaron siempre: la destrucción de la república democrática. Basta observar la erosión sistemática de los poderes del Congreso, la destrucción de la independencia de la Justicia, la persecución de la prensa independiente, la descalificación de la oposición y el insulto a los ciudadanos que se rebelan. Basta escuchar a funcionarios K proponiendo el fin de la alternancia en el poder, limitando y controlando el derecho a abandonar el país, transformando la AFIP en una agencia de disciplinamiento K, preparando la clausura de la prensa independiente, intentando ocupar  todos los espacios disponibles con una propaganda gubernamental goebbeliana basada en la mentira, amenazando a los empresarios díscolos con la confiscación, desgastando las relaciones con los países democráticos y reforzándolas con autócratas y terroristas, etc., para entender lo que se cocina hoy en la gran olla kirchnerista. ¿Hay que esperar que lleven a cabo este plan para denunciar su carácter totalitario, es decir: fascista y estalinista? 
¿Y no lo están haciendo ya? ¿No avanza, y rápidamente, cuando en una semana pasa lo que pasa (escribo el 11/10)?: creación de una CGT oficialista y foto con lo más corrupto del sindicalismo noventista; quema de autos y tiroteos en el gremio dirigido por el espía del batallón 601, un protegido de la Presidenta; acto partidario-gobernativo para amenazar a los medios críticos con la extinción el 7D, con la presencia de la Presidenta y Sabbatella, el titular de la agencia estatal encargada de la persecución; intento de desarticulación del Consejo de la Magistratura y renuncia del juez a cargo de la causa del 7D –Dr. Tettamanti- quien denuncia haber sufrido violencia moral por obra del Ejecutivo; intento de destitución del titular de la Auditoría de la Nación –Dr. Despouy- culpable de haber previsto la masacre de Once; apertura de tratativas con Irán, un gobierno negador del Holocausto y encubridor de los acusados por la Justicia de cometer la atrocidad de la AMIA; declaraciones del Ministro de Justicia y Derechos Humanos –Dr. Alak- atribuyendo, sin pruebas, la desaparición-aparición de un ciudadano al complot de un medio periodístico; aprobación de otro presupuesto basado en datos falsos por parte de un Congreso convertido en recompensa y refugio de levantamanos que se autodenominan “soldados de Cristina”; sobreseimiento de Echegaray, el responsable de transformar la AFIP en una agencia de persecución; encubrimiento de las acciones represivas los servicios secretos bolivarianos  contra un periodista argentino por parte de un embajador –Cheppi- y un canciller –Timerman- más preocupados en quedar bien con Chávez que en defender a los ciudadanos argentinos; apoyo y exaltación del modelo chavista por parte de la Presidenta y los dirigentes oficialistas, etc.. ¿Qué tiene que suceder para que podamos denunciar el fascismo de estos actos? ¿A quiénes protege y qué políticas habilita la notable estupidez de enunciar la obviedad que el kirchnerismo no es igual al estalinismo?
Por otra parte: ¿quién puede hacer predicciones sobre la dinámica de la política argentina? Arroje la primera piedra el que anticipó que esos jóvenes católicos “de buena familia” se iban a transformar en los Montoneros, el que previó que el ejército lanussiano terminaría por cometer un genocidio, el que vio venir al menemismo convertible en las épocas del Menem patilludo, el que dos años antes profetizó el estallido de fines de 2001 o el que comprendió lo que se traía esa parejita que había gobernado Santa Cruz en los 90. ¿Por qué estar tan seguros entonces de que una vez destruida la república democrática este gobierno y sus aliados o continuadores se darán por satisfechos?

De manera que aunque sea erróneo igualar al kirchnerismo con el fascismo y el estalinismo eso no proscribe calificar de fascistas y estalinistas a sus actos y sus funcionarios. Como publiqué en 2008 ante la burla de muchos que confiaban en las promesas de “calidad institucional” de Cristina y hoy se escandalizan por lo que sucede, el régimen kirchnerista es una forma de estalinismo-débil, es decir: un régimen –y no una dictadura, pero tampoco un Gobierno- que sin llevar a sus extremos las prácticas estalinistas coincide con casi todos sus principios: liderazgo carismático, discurso anticapitalista, populismo demagógico, culto a la personalidad, legitimación del partido único, estatizaciones masivas, ataque a las libertades civiles en nombre de la igualdad, destrucción de las empresas independientes en nombre de la democracia, nacionalismo paranoico, alianzas internacionales oportunistas, industrialización forzada basada en la exacción de las actividades agropecuarias, descalificación de los adversarios políticos, persecución de la prensa crítica, uso de los órganos parlamentarios en el modo de la unanimidad, marxismo mal digerido y craso positivismo disfrazado de hegelianismo.
Aún más alarman algunas observaciones sobre el fascismo de la prestigiosa Enciclopedia Treccani, la más “progre” de Italia: “Algunos principios culturales y políticos que contribuyeron a la formación del fascismo existían en vísperas de la I Guerra Mundial en movimientos radicales de izquierda y derecha (nacionalismo, sindicalismo revolucionario, futurismo): el sentido trágico de la vida; el mito de la voluntad de poder; la aversión al humanitarismo; el desprecio del parlamentarismo; la exaltación de las minorías activas; la concepción de la política como tarea para organizar la conciencia de las masas; el culto de la juventud como aristocracia gobernante; la apología de la violencia y la acción directa; la visión de la modernidad como conflicto de fuerzas colectivas organizadas en clases o naciones; la expectativa de un hito histórico inminente que marcaría el final de la sociedad burguesa liberal y el comienzo de una nueva era”.
¿No es éste acaso el manual que aplican los funcionarios del Gobierno y en el que se educan los chicos de La Cámpora?

Fernando A. Iglesias
Autor de “La cuestión Malvinas- crítica del nacionalismo argentino”