DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 1 de abril de 2013

Ya está mi última nota, La balada del padre Francisco, en La Nación http://www.lanacion.com.ar/1568070-la-balada-del-padre-francisco


PADRE FRANCISCO

Millones de páginas se han escrito sobre las posibles consecuencias de la asunción de Francisco para la Iglesia católica. Ríos de tinta han corrido sobre la problemática relación del cardenal Bergoglio con el Gobierno. Premurosas, las difamaciones han ido, fracasado, y venido, transformándose en resignada aceptación de lo inevitable. De todo esto se ha escrito hasta el cansancio. Poco y nada se ha dicho, en cambio, sobre el impacto para el mundo de la designación de una de sus más importantes autoridades políticas.  Nada que deba sorprendernos en un planeta cuya principal religión es el nacionalismo; esa curiosa superstición que nos permite creer que nuestro país prosperará en medio de espantosas crisis globales y que nuestros hijos sobrevivirán aunque avance la proliferación nuclear y estallen las consecuencias del cambio climático. El tema merecería varias notas, pero me he prometido dedicar ésta al nuevo Papa. Déjenme cerrar la cuestión, pues, diciendo que si continuamos construyendo un mundo cada vez más unificado e interdependiente por la tecnología y la economía mientras seguimos enseñando a los niños que el propio país es la medida de todas las cosas y sus intereses el principio último que debe guiar nuestras acciones algo malo va a sucedernos pronto. Después no digan que nadie les avisó.

En tanto esperamos que esta vez el búho de Minerva alce su vuelo antes de que el mundo explote, volvamos al Papa, cuya elección de nombre ha suscitado el mayor entusiasmo religioso del que mi pobre corazón agnóstico es capaz. Me explico: he vivido siete años en Italia y uno en Gubbio, patria del lobo, a pocos metros de donde se produjo su encuentro con Francesco, quien allí mismo alzó uno de los primeros leprosarios de la Historia. De manera que mi alma anticlerical se ha rendido hace mucho ante el poverello de Asís  y sus tres maravillosos milagros: la paz, la armonía con la naturaleza y la opción a favor de los pobres. Con semejante equipaje no es de extrañar que ningún Papa haya querido utilizar antes su nombre...
Y bien, ¿no son los valores franciscanos de paz, respeto por la naturaleza y opción por los pobres la exacta contracara de las tres grandes crisis globales que amenazan hoy al mundo? ¿Qué otra cosa que paz necesita un mundo agobiado por la proliferación de armas de destrucción masiva? ¿Qué más que respeto por la naturaleza precisa una humanidad extraviada en la corrupción de los unos y el consumismo de los otros, y que corre el riesgo de provocar un colapso ecológico planetario? ¿Qué otra cosa que cuidado por los desvalidos exige esta civilización, la humana, a cuyo deslumbrante boom tecnoeconómico no ha correspondido una mejora proporcional de las condiciones de vida de su mitad más pobre

Pero vayamos más allá de los buenos deseos de las almas bellas. Pensemos en la actual crisis económica. ¿Hablan en serio los economistas “progres” que proponen otra ronda de copas keynesiana, es decir: una nueva burbuja de consumo primermundista capaz de estimular nuevamente la producción de objetos con obsolescencia programada, el reflorecer de esa gran fábrica mundial en que se ha convertido el Asia, la consiguiente suba de las commodities y un nuevo auge de los BRIC? ¿No comprenden que es éste el modelo que acaba de estallar, y que volver a él sólo puede llevar a incalculables consecuencias en el plano ecológico y a una nueva crisis financiera de consecuencias aún más devastadoras? ¿No han entendido el ABC de la receta keynesiana: pasar de un modelo basado en el consumo individual de objetos por los más ricos a otro centrado en la producción de bienes públicos; lo que hoy implica: aire limpio y clima estable en todo el planeta, una computadora para cada uno de los niños del mundo, agua, alimentos y medicinas para todos los seres humanos, pasaje desde la era del automóvil a la del transporte público, abandono del modelo de energía basada en fósiles, barata pero mortal, y aprovechamiento de la potencia del viento, del sol, de las mareas? 
Hablo de un modelo de salida de la crisis basado en los valores franciscanos: 1) Austeridad en el Primer Mundo, con mejora de la distribución de la riqueza y un nuevo paradigma de satisfacción social que no dependa de la aceleración del cambio del lavarropas sino de trabajar menos y mejor, en tareas más agradables y significativas que dejen tiempo para un consumo ecológicamente sustentable, ya en desarrollo (alimentación gourmet, deporte y cultura para todos, producción artística generalizada, turismo de corta distancia, conciertos de fin de semana, clases de yoga, lecciones de tango). 2) Paz, y redireccionamiento del complejo industrial armamentista hacia la producción de insumos tecnológicos capaces de cambiar la matriz energética antes de que el planeta estalle. 3) Opción por los pobres, y una nueva economía llena de oportunidades dirigida a la satisfacción de las necesidades básicas de esa mitad de la humanidad que carece de lo elemental en medio del despilfarro generalizado.
¿Utopía? Utopía es creer que nos salvaremos si no empezamos a recorrer cuanto antes este camino. Y mentira es sostener que nos faltan recursos para hacerlo. Recursos, sobran. Lo que falta es voluntad política. Lo que escasea es la generosidad y la inteligencia de comprender que en un mundo global nosotros somos la humanidad, y no una de sus tribus. Y de lo que carecemos es de instituciones a la altura de las circunstancias, es decir: democráticas y globales, capaces de no someterse a los cambios tecnoeconómicos en curso sino de dirigirlos en beneficio de la supervivencia y el bienestar de todos los seres humanos.

Paz, respeto por la naturaleza, opción por los pobres. ¿Será capaz el nuevo Papa de hablar a todos los seres humanos con las palabras de Francesco? No a su rebaño, ni a sus compatriotas. A todos los seres humanos. Y si así fuera, ¿serían capaces los patriarcas de los demás credos de recoger ese guante? ¿Podremos dejar atrás los demasiados siglos en que las religiones fueron una de las formas de dividir a los hombres para avanzar hacia una nueva era en la que sirvan para unirlos ante las amenazas generadas por una razón sin corazón y un corazón sin razones?
Acaso haya más fe que inteligencia en esta esperanza. Sin embargo, pensando en la parábola de Jorge Bergoglio, que creció en Flores y llegó a Papa, no puedo dejar de recordar una de las canciones que marcaron mi adolescencia. Era de Pedro y Pablo, se llamaba Padre Francisco, y terminaba con esta invocación: “Padre Francisco/ salga por Cristo/ a predicar/ una Justicia más audaz. Ya no habrá calma/ háblele al alma/ del pueblo en pie/ Se necesita tanta fe/ sea usted capaz”. 
Ojalá que Bergoglio también la haya escuchado.